miércoles, 10 de noviembre de 2010

ESCENAS DE NAVIDAD. EL SORTEO DE LA LOTERIA DE NAVIDAD




La cantinela monótona de los niños cantando números y cantidades de dinero era el hilo musical de muchos hogares aquella mañana de invierno. 65493 - 1.000 Euros. 15614 - 1.000 Euros. ¡Es imposible! Piensa mirando la tele. Hay muchas bolas en un bombo y demasiadas pocas en el otro, en el de los números. Piensa desalentada mirando la nevera vacía, y recordando que a pesar de la carta de su hijo, este año los reyes no vendrán a sus hogares, no habrá regalos para el pequeño.
En un estante de un mueble de la cocina, en una taza blanca de porcelana, encendida, en un baño de aceite, una lamparilla alumbra, tímidamente una imagen de San Pancracio, enfundado en una bufanda de perejil, y en sus plantas, sirviéndole de zapato a uno de sus desnudos píes, descansa un sueño, que su propietaria, ya sabe, desgraciadamente, mirando la imagen de la tele y escuchando el monótono canto de las mañana, que nunca se cumplirá.
En el salón, un triste árbol de plástico, sin luces, desde que el niño se marchó a la escuela; y con pobres adornos, algunos rotos o desgastados, anuncian la inminente llegada de la Navidad. En la televisión la monótona cantinela pregona la fiesta, que se inicia, cada año, con este villancico. San Pancracio escucha el canto, pero su zapato no encuentra, tampoco esta mañana, pareja.
Sobre la mesa, varías cartas esperan ser abiertas. Ninguna felicitación ¿quien puede acordarse de ellos? y sí muchas letras. Un sobre, sin remite, espera ser abierto con una sonrisa por sello.
La monotonía del canto es interrumpida por la voz de un periodista que anuncia la llegada de un premio. Pero, esa misma voz no deja oír la voz del niño que anuncia el premio, voz que se pierde entre otras voces, y la voz de las cámaras de fotos de los perioristas en el salón donde se celebra el sorteo. "Es el gordo, Señoras y Señores, a las diez y cuarto de la mañana ha salido el gordo". Detiene las tareas del hogar, la escoba queda olvidada en el suelo, sube el volumen del televisor, y los niños cantan el 15155. Alegría para unos, decepción para muchos.
Vuelve a la cocina, San Pacracio, seguirá, un año más, sin zapato. Su número no es el del gordo. Apaga la lamparilla, que iluminaba al Santo, quita la bufanda de perejil del cuello de Pancracio y lo echa en la cazuela. La nevera continúa vacía y el saco de los regalos de los Reyes sin ofrendas para su hijo, la carta, en la mañana del día seís de enero le explicará que se ha perdido. Este año, el sueño, como siempre, tampoco se ha cumplido. ¡Hay demasiadas bolas en un bombo y muy poca en el otro! En la mesa las letras del banco amenazantes la miran, como todos los meses al llegar el día ventidos.
Continúa la cantinela de números y premios. Mañana, el periodico convertira estos números en letanía de papel.
Roto el sueño, la realidad se hace, de nuevo, presente. La cartilla, casi a cero, espera la paga extraordinaria, si llega. Entre tantas letras, un sobre blanco, sin remite y con un sello que esboza una sonrisa espera ser abierto. Lo abre y dentro de un papel blanco descansa un décimo de la loteria de Navidad que ahora mismo se está sorteando en directo en un salón de Madrid. El décimo tiene un número, un número que le es conocido. En un 15.155. No lo puede creer, ¡Es el número del Gordo! Mira el sobre, no tiene matasellos, ni remite. Pero el décimo que en él venía tiene premio. Es el Gordo de Navidad de este año. Salta, grita, llora. Continúa la cantinela de número y premios en la televisión. En la cocina, sin vela que le alumbre, sin bufanda que le proteja la garganta, San Pancracio sonríe, sintiendo en sus plantas, por primera vez, dos zapatos.
VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
10 de noviembre de 2.010

1 comentario:

  1. Precioso hermano, que Dios bendiga las manos que escriben cosas tan bellas como estas.
    Besotes.

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