jueves, 16 de diciembre de 2010

Canción de cuna para el Niño Jesús

Ro, ro, ro, ro, ro,
duérmete, mi niño,
que en los brazos
de tu Madre estás
siendo mecido.
Ro, ro, ro, ro, ro.

Ro, ro, ro, ro, ro,
duérmete, mi niño,
que esta noche de invierno,
cantan conmigo,
la alondra y el ruiseñor.
Ro, ro, ro, ro, ro.

Ro, ro, ro, ro, ro,
duérmete, mi niño,
a pesar de esta noche,
de este invierno y su frío,
una mula y un buey
calienta tu sueño.
Ro, ro, ro, ro, ro.

Ro, ro, ro, ro, ro,
duérmete, mi niño,
y no sueñes con espinas,
y no sueñes con clavos
que ya vienen los pastores,
ya estan llegando lo Magos.
Ro, ro, ro, ro, ro.

Ro, ro, ro, ro, ro,
duérmete, mi niño,
¿no escuchas la voz
de la noche en coro
cantando conmigo
esta primera nana?
Ro, ro, ro, ro, ro.

Ro, ro, ro, ro, ro,
duérmete, mi niño,
que sopla el viento
sobre el inmenso mar,
y en la montaña
una dulce brisa
interpreta una flauta.
Ro, ro, ro, ro, ro.

Ro, ro, ro, ro, ro,
duérmete, mi niño,
y no pienses en Dios,
ni en el Eden, ni en los hombres.
Ro, ro, ro, ro, ro.

Ro, ro, ro, ro, ro,
Duérmete, mi niño,
que vigiló tu sueño,
duermete, mi niño,
que José, mi esposo,
de píe, incrédulo,
conmigo protege tu sueño.
Ro, ro, ro, ro, ro.

VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
15 de diciembre de 2.010
Faltan diez días para Nochebuena.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Encarnación

Mediodía en el reloj del hombre,
amanecer dorado, primaveral,
en el calendario del cielo.
¡Madre, que está floreciendo la azucena!

Abiertos de par en par, sin visillos,
las ventanas del cielo,
las puertas de la tierra.
¡Madre, ya busca la paloma, prometida!

Tierra fértil, virgen, recién regada,
semilla de sangre, Palabra de vida,
trae en su cartera el Mensajero,
¡Madre, que ya llega la hora!

Silencio de alas y estrellas,
el mundo y el orbe detienen
su cotidiano, monotono ritmo diario.
¡Madre, todos te miran!

Un candado, permanece cerrado,
espera una llave, que nunca llega,
y una rosa en el Jardín,
espera la tierna caricia de una mano.
¡Madre, cuánto ha tardado esta hora!

Los ojos del que han visto
pasar ante sus niñas
todas las guerras, todas las batallas,
aguardan impaciente la respuesta.

¡Qué silencio en el cielo,
qué bullicio en la tierra,
Madre, siempre de espaldas a Dios!

La voz temblorosa de la Niña,
la llave de fuego buscando la cerradura,
la rosa sintiendo, cercana, una mano,
una azucena, rompiendo su capullo
y una paloma descendiendo del cielo,
mientras un sí resuena en la sala.

Comienza a caminar una Vida
en el seno enclaustrado
de una doncella nazarena
que se convierte en cielo,
que se transforma en custodia,
que se convierte en Madre.

En el cielo, ahora ya abierto,
los ojos del Padre miran a la tierra,
y ahora, sí, sonríen satisfechos,
por que todo es perfecto.

VICTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
15 de diciembre de 2.010