José, José, he tenido un sueño, un sueño que no logro entender, un sueño extraño, creo que tenía que ver con el nacimiento de nuestro hijo, pero no era en esta época, era en una época muy lejana, la gente vivía en grandes edificios y las calles estaban pobladas por extraños aparatos de hierro donde se montaban los hombres para ir de un lugar a otro. ¿Entiendes algo, José?
Las ciudades se llenaban de extrañas luces que anunciaban la llegada de nuestro Hijo, estrellas, extraños animales con cuernos, camellos, pero debajo de aquellas luces no había sitio, como ahora para nuestro Pequeño.
La preparacion comenzaba con mucho tiempo de antelación, incluso tras algunas ventanas a pie de calle, desde el verano ya estaba puesto un Niño envuelto en pañales, compartiendo su espacio con un hombre anciano, gordo, vestido de Rojo. Las gentes decoraban sus casas, compraban muchos alimentos, ropa, bebidas y dulces para celebrar mi Alumbramiento, pero no tenían sitio para nuestro Hijo.
Otros se quejaban de que otra vez se recordará mi Parto, por que decían que les traía muy amargos recuerdos, ¿acaso la presencia de Dios en la tierra puede causar tristeza, puede ser motivo de pena, José? Otros se quejaban de que aquel año la Navidad, así creo que se llamaban aquellas fiestas, iban a ser muy tristes por que no iban a tener suficiente dinero para gastar, por algo que llamaban "crisis", ¿acaso nosotros sin tener nada vamos a cerrar las puertas a nuestro Hijo? José ¿qué es lo importante el nacimiento del Niño, o aquellas compras que la gente hacía para celebrar el Nacimiento de nuestro Hijo?
Pero muchos salían de compras y volvían a casas cargados de paquetes, paquetes que llevaban nombres, lo llamaban regalos, y sabes José lo más curioso de todo, ¿qué ninguno de aquellos regalos era para nuestro Pequeño? ¿Qué celebraban, entonces?
Aquellos paquetes eran envueltos en papeles de colores, ¡qué hermosos colores! Y los coronoban con lazos y los ponían bajo un árbol adornado con bolas y luces de colores, que estaban en el interior de las casas. Sí José, no pongas esa cara, en las casas había árboles, y sobre alguna mesa estabamos tú y yo, vestidos con ricos ropajes, ropas que nunca pudieramos soñar que vestirían nuestro cuerpo.
En el ambiente había una gran felicidad, o eso al menos era lo que intentaban hacer. Aunque cada uno en su corazón, llevaba una gran carga de preocupación, ¿acaso nuestro Hijo no viene a acercar Dios al hombre? En las tabernas se brindaba con un vino que tenía burbujas por la Navidad, pero ninguno de ellos brindaba por nuestro hijo. Incluso, creo, y te lo digo con pena, que muchos de ellos no sabían ni lo que celebraban, ni sabían el nombre de nuestro Niño, y mucho menos el tuyo y el mío.
Todo parecía tan féliz, pero yo senti pena, me senti triste. Por que nuestro Hijo en la fiesta de su cumpleaños era olvidado, me desperte y me di cuenta que todo había sido un sueño, pero José y si todo lo que he soñado ¿fuera realidad?
VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
14 de diciembre de 2.009